En Diciembre de 2017, el mundo del ajedrez presenció el enfrentamiento entre David y Goliath.

En una esquina estaba Stockfish, un programa de computación que había desarrollado sus habilidades a lo largo de más de 700 millones de partidas y que había sido ‘entrenado’ enseñándole los movimientos de todos los campeonatos mundiales de ajedrez de los últimos 30 años, así como todas las estrategias usadas por los maestros. Un verdadero monstruo.

En la otra esquina se encontraba AlphaZero, una Inteligencia Artificial (IA) que se había enseñado a sí misma a jugar ajedrez. Lo único que sus programadores le enseñaron fueron los movimientos de las piezas; simplemente jugó contra sí misma hasta que estuvo lista para la contienda.

La potencia de procesamiento de ambos era extremadamente asimétrica: Stockfish era capaz de computar 70 millones de jugadas por segundo. AlphaZero, solo 80.000.

Jugaron 100 partidas en total. AlphaZero resultó ganador en 28 ocasiones; las otras 72 quedaron en empate.

Stockfish no ganó ni una sola vez.

¿Cuánto tiempo crees que necesitó AlphaZero desde que inició su aprendizaje hasta que estuvo listo para competir con Stockfish?

Cuatro horas.

En cuatro horas, una IA se enseñó a sí misma ajedrez a partir de la total ignorancia, hasta el punto de ser mejor que cualquier competidor (humano o máquina) conocido.

¿Qué implicaciones podría tener una inteligencia así en campos como la medicina o la economía?

Aún no lo sabemos, pues apenas hemos rasgado la superficie.

Pero sí hay varias cosas que puedes hacer para prepararte para este futuro inminente.

Las verdaderas implicaciones de la inteligencia artificial


Una de las cuestiones más intrigantes que resolveremos en las próximas décadas es cómo será el impacto de la IA en nuestras vidas. Personalmente siempre ha sido un tema apasionante y a la vez lo trato con cierta preocupación, pues los avances que hemos presenciado en los últimos tres años han cambiado por completo nuestro panorama.

Lo comenta Yuval Noah Harari en su libro ’21 lecciones para el siglo XXI’: no tenemos ni la más mínima idea de cómo se verá el mundo dentro de dos o tres décadas. De lo que sí estamos seguros es que la IA va a jugar un papel importantísimo en esos cambios, así como lo hizo Internet en su momento.

(Tengo que advertirte que es muy posible que te incomoden algunas de las ideas que voy a proponer aquí, y solo te pido que las consideres como tales: ideas y tendencias que creo que van a ocurrir. Al mismo tiempo, son opiniones personales, así que tienes toda la libertad de disentir).

Una pregunta que surge una y otra vez es, ¿Nos quedaremos sin trabajo por culpa de la IA? En este punto, prácticamente toda respuesta es plausible y discutible a la vez. Seguramente se parecerá a la aparición de las computadoras; no nos ‘quitaron’ el trabajo, sino más bien nos lo hicieron mucho más fácil brindándonos muchísimas soluciones a problemas cotidianos.

Pero si algo nos enseña la historia de Stockfish vs. AlphaZero es que la IA es un tipo de bestia totalmente distinto y como tal, impredecible en su alcance. Mi intención es solo pronosticar cuál será la mejor forma de adaptarnos a esta ola que se acerca.

El tema sigue siendo la supervivencia del más apto


Cada una de las olas tecnológicas a las que nos hemos enfrentado, han requerido cierta adaptación de nuestra parte; al final, son quienes mejor se han adaptado a los avances tecnológicos quienes han podido sacarles verdadero provecho.

Esta vez, no estamos hablando simplemente de un nuevo modelo de iPhone. Estamos hablando de un verdadero cambio en la forma como vivimos. Ese cambio va a requerir una fuerte adaptación de nuestra parte, y habrá quienes lo logren más rápido que otros.

Si algunos se adaptan más rápido que otros a la IA, en pocos años podríamos clasificar a la humanidad en cuatro posibles grupos:

– Los Obreros Intelectuales
– Los Centauros
– Los Dualistas
– Los Meta-Centauros

Me permito explicar cada uno de ellos, en orden:

Primer nivel: los Obreros Intelectuales


No es un secreto para nadie que el modelo educativo al que estamos sometidos todos tiene más de 200 años dando vueltas por el mundo. Leemos una y otra vez que necesitamos una reforma educativa; que debemos reenfocar la educación, pero más allá de mencionar a Finlandia una y otra vez no logramos apreciar un verdadero avance en este tema.

Creo que la mayoría de las personas siente que invirtió una cantidad de energía brutal tanto en el colegio como en la universidad preparándose para convertirse en un ser anacrónico y totalmente fuera de sincronía con su realidad. Más aún hoy que los cambios ocurren a una velocidad alucinante, es algo de todos los días que un joven ingrese a la universidad en ciertas circunstancias y al graduarse cuatro años después descubra que el mundo tal y como lo conoció, ya no es el mismo.

Ninguna reforma curricular es capaz de afrontar una situación así. Sin embargo, seguimos necesitando educarnos, y educarnos constantemente; el problema es que ni en el colegio ni en la universidad logramos tener una verdadera orientación sobre eso en lo que ‘deberíamos convertirnos’. No es por falta de psicopedagogos, que hay muchos y muy buenos; es simplemente la sobresaturación de determinadas carreras y al mismo tiempo, el no hacerse suficientes veces la pregunta:

¿Es esto realmente lo que quiero hacer con mi vida?

Así, me atrevería a decir que al menos un 50% de quienes egresan de una carrera universitaria, no tienen claro el propósito que se han trazado. Nunca nos enseñan a ejercitar una visión a largo plazo y por eso, pensamos que la solución será un posgrado, o quizá dos. Puede que sea un paliativo temporal, pero si no tenemos un buen enfoque en ¿Por qué nos esforzamos en todo esto?, seguiremos invirtiendo tiempo y dinero en una frustración segura.

Puede que a algunos ese 50% les parezca exagerado y para otros les parezca conservador. No importa; así sea 10%, sigue siendo un número catastróficamente alto pues estamos hablando de adultos jóvenes preparándose para una vida de la cual no tienen ninguna certeza. Por tener más conocimientos, no dejan de estar a la deriva.

¿Dónde queda la IA en este cuadro? pues que silenciosamente va desarrollándose y apropiándose de áreas que antes eran dominio exclusivamente humano. Por ejemplo, en la redacción de textos y noticias: Cuando aparecieron las computadoras fue un poco más fácil producirlas, comparado con las máquinas de escribir. Pero seguíamos necesitando del factor humano para que redactara las piezas para después ser revisadas por un editor. Hoy, una IA puede redactar textos y artículos con cierta habilidad, por lo que te saltas la tarea del redactor y solo necesitarías un editor que revise los textos. La IA tomaría en cuenta las revisiones para la próxima vez no cometer los mismos errores, perfeccionándose a diario.

Si estamos de acuerdo en que la IA nos hará el trabajo realmente más fácil, estaremos de acuerdo también en que de esa manera, una sola persona podrá hacer el trabajo que antes hacían tres o cuatro.

O quizá el trabajo que antes hacían diez o veinte.

Dista mucho el día en que la IA sea totalmente autónoma y no necesite ningún tipo de supervisión; pero al convertir a seres humanos en hiper-productivos, será fácil suponer que una empresa podrá contratar a la mitad del personal para producir el doble.

Sí, me estoy extendiendo con la generalización, así que puedo mencionar también el ejemplo del sector salud:

– En medicina, un médico generalmente se toma el tiempo para revisar el historial de un paciente, anotar sus síntomas, determinar si son necesarios exámenes más profundos y el correspondiente diagnóstico. Pero la mayor parte de este proceso puede hacerlo una IA que desde el teléfono móvil, cree el historial de la persona, le pregunte por todos sus síntomas en detalle, suba fotografías de síntomas visibles para su análisis y finalmente elabore un árbol de posibles afecciones.

La IA no hará ningún diagnóstico, pero podrá realizar una cita con un médico de ‘carne y hueso’ el cual tendrá a su disposición el informe generado por ella aún antes que el paciente ponga un pie en el consultorio. Si además alimentamos a la IA constantemente no solo con los casos tratados en ese hospital, sino los de todo el país o del mundo, contaremos con una herramienta de análisis estadístico que si bien no tendrá la palabra final, permitirá multiplicar la actividad de los especialistas a niveles nunca vistos.

En resumen: necesitaremos menos médicos para tratar a más personas.

He citado el ejemplo de la medicina pues es el primero que se le viene uno a la mente al momento de pensar si las máquinas serán capaces de desplazarnos definitivamente de nuestro campo de trabajo. Por supuesto, es totalmente distinto al momento de realizar cirugías, las cuales hoy son realizadas por robots de precisión milimétrica pero que son operados 100% por personas; así como el trabajo de las enfermeras seguirá siendo un privilegio humano por mucho tiempo (Me cuesta imaginar a un robot tomando una muestra de sangre de mi brazo, aunque no es tan descabellado ahora que lo menciono).

Sin embargo, en toda revolución tecnológica encontramos una fuerte brecha: quienes tienes acceso a la formación especializada para poder aprovecharla, y los que no. No todo el mundo tuvo acceso a internet instantáneamente, ni todo el mundo le saca el jugo a su smartphone. Quienes tienen el tiempo, los recursos y la dedicación para dedicarse a aprender, son los que mejor aprovechan estos saltos tecnológicos.

Así que en un principio, los beneficios de la IA serán aprovechados por solo unos pocos.

Si a medida que pasa el tiempo solo algunos de nosotros podrán multiplicar sus habilidades gracias a la IA, esto querrá decir que necesitaremos menos profesionales para producir lo mismo o incluso más. ¿Qué pasa entonces con la tremenda cantidad de egresados de las universidades que sale a la calle no solo sin un rumbo claro, sino en un mercado que solo apunta a saturarse?

Puedes pensar que al haber más población, igual necesitaremos más profesionales; pero mientras la población aumenta aritméticamente (y a veces ni así, pues cada vez más parejas optan por no tener hijos), la habilidad de la IA aumenta geométricamente y sin discriminación.

Industrias enteras como la del transporte y la atención al cliente están comenzando a dar sus primeros pasos con la IA. ¿Cuántas personas en el mundo son empleadas por estos sectores? millones.

Sir Ken Robinson lo mencionó en su famosa conferencia TED: Si antes bastaba con un título universitario, luego era obligatorio un máster; cuando ya no era suficiente un máster, subía la demanda de doctorados. ¿Estamos realmente yendo en la dirección correcta, o nos acercamos a una burbuja académica?

De allí que uso el término ‘Obreros Intelectuales’ para nombrar a todos esos profesionales quienes al momento de la aparición de la IA le den la espalda asegurando que las máquinas no serán capaces de quitarles su trabajo. Pero realmente no será la IA la que se quede con tu trabajo, sino las personas que aprendan a cooperar con ella. A las parejas Humano-Máquina se les conocen actualmente como Centauros; precisamente en el mundo del ajedrez es común ver a un humano aprender con ayuda de una Máquina que le ayuda a ‘ver’ los mejores movimientos posibles.

Reitero que la educación seguirá siendo crítica y por supuesto, los grados universitarios continuarán siendo la mejor prueba en el caso de conocimientos especializados, por ejemplo en las ciencias; pero la cantidad de gente que ‘estudia por estudiar’ será la que lleve la peor parte, y más aún si no logran aliarse con una IA.

En otras palabras, que evolucionen para ser Centauros.

Segundo nivel: los Centauros


La peor actitud que puedes tener en la actualidad, es la negación: afirmar que ‘la IA no tiene forma ni manera de meterse en mi terreno’. Esta negación o cualquier otra parecida te pasará factura en menos de diez años.

El mejor ejercicio que puedes hacer en la actualidad, es preguntarte: ¿Cómo podría la IA ayudarme a ser más eficiente?

Ése es el espíritu del Centauro: la fusión de hombre y máquina para ir más allá de nuestras habilidades. Es un poco difícil de imaginar, pero sería como replicarte a ti mismo dos o tres veces. Por ejemplo…

– Un ingeniero podría usar IA para los cálculos necesarios en resistencia estructural de un rascacielos, y someterlo virtualmente a millones de sucesos distintos.

– Un médico podría tener un asistente IA conectado a los datos masivos de todos los demás médicos en el mundo. ¿Imaginas cómo se dispararía su eficiencia y la habilidad para hacer un diagnóstico?

– Un diseñador gráfico podría generar a través de IA decenas de propuestas de diseño basadas en reacciones del público a lo largo de varios años; solo tendría que escoger tres propuestas para presentar a su cliente.

El problema es que aún vemos la IA como algo que solo ponen en práctica empresas gigantes como Google o IBM; pero así como nosotros no ‘generamos’ Internet en nuestro hogar sino que lo contratamos a una empresa que nos lo provee, exactamente igual será con la IA.

Aún ninguna empresa lo ha masificado, pero estoy seguro de que el modelo de negocios será alquilar el acceso a un pedacito de esas gigantescas IAs corporativas para aplicarlas en literalmente, lo que se te ocurra (Aunque para principiantes en cualquier área, habrá toda clase de plantillas disponibles).

El shock más grande al que nos someteremos es que esto no es una red social como Facebook, o un servicio de Streaming como Netflix en los que en líneas generales, el consumo de contenido es pasivo. No; la IA a la cual accederemos será realmente parecido a tener un asistente de carne y hueso.

Como alquilar un ayudante; tú decides si le llamas Alfred o Igor.

Al principio no sabremos exactamente qué hacer con ese ‘ser’ que pareciera estar siempre a nuestras órdenes siempre que lo solicitemos (En ese sentido se parecerá mucho al email a finales de los 90). Pero a medida que lo usemos, tendremos que acostumbrarnos a dos realidades muy perturbadoras: que en algunos casos va a demostrar habilidades superiores a las nuestras, y que al mismo tiempo vamos a sentir que nos conoce mejor de lo que nos permitiría sentirnos cómodos.

Ni siquiera he mencionado todos los avances en Inteligencia Emocional Artificial (IEA), en lo que respecta a que por ejemplo tu móvil sepa tu estado de ánimo por el sonido de tu voz, o por el reconocimiento facial, o por la conductividad de tu piel a través del dispositivo que tienes en tu muñeca. Así podría anticiparse a lo que pudieses querer o necesitar, aún antes de que lo hagas consciente.

Va a ser raro, así como subirse a un coche que se maneje solo y te transporte a 120 kilómetros por hora en la autopista.

Los Centauros en la mitología, eran parte humanos y parte caballos; esa parte animal es una alegoría de lo que debemos controlar, de esa fuerza indómita que nos impulsa hacia adelante. Controlar la IA no será tan difícil; lo difícil será tener la estabilidad emocional suficiente como para mantener la cabeza fría ante una entidad que pareciera conocernos de toda la vida, e incluso saber lo que pensamos en todo momento.

Pero así como hay quienes usan las redes sociales para el bien y otros para el mal; algunos las explotan como una herramienta increíblemente productiva y fructífera y otros caen en una fuerte adicción hacia ellas, muchos lograrán dominar a las máquinas inteligentes. Muchos se convertirán en Centauros que tengan una ventaja definitiva sobre los Obreros Intelectuales.

Pero aún aquellos que se resistan a colaborar con máquinas inteligentes, ya sea por resistencia al cambio o simplemente no querer ceder sus datos y claves de personalidad a una empresa privada, tendrán una oportunidad de surgir entre los Obreros Intelectuales e incluso superar a los Centauros.

Ellos serán los Dualistas.

Tercer nivel: los Dualistas


Los llamados Generalistas-Especialistas son personas que han leído y aprendido tanto a lo largo de sus vidas (Digamos, un mínimo de 20 años de aprendizaje ininterrumpido), como para no solo tener conocimientos sobre diversos temas, sino llegar a ser especialistas en cada uno de ellos.

Casos excepcionales son Elon Musk y Charlie Munger, quienes en reiteradas ocasiones han afirmado que el secreto de su éxito no solo es aprender constantemente, sino hacerlo vorazmente.

Sin embargo, no todos los seres humanos tenemos la capacidad o la dedicación para estudiar varios temas en profundidad (¡A veces, ni siquiera uno solo!), pero ¿Y si reducimos el requisito para este ‘siguiente nivel’ a solo dos temas?

La capacidad especial que tienen sujetos como los antes mencionados es la llamada Transferencia de Conocimientos. No solo estudian en profundidad diversos temas, sino que los desarman hasta sus cimientos llegando hasta sus partes fundamentales. Allí descubren que los principios básicos de un área, pueden servir en otra totalmente distinta.

Imagina por ejemplo, un caso perfectamente posible: un biólogo de profesión que desde siempre ha tenido interés en la bolsa de valores y el trading. Ha estudiado y trabajado en biología durante varios años, y al mismo tiempo ha estudiado e invertido a largo plazo.

Un día, descubre que el ritmo con el que ciertas células ‘respiran’, se asemeja mucho al ritmo de cierto tipo de acciones durante circunstancias específicas.

Allí experimenta un momento mágico de ¡Eureka!

En ese instante y por pura casualidad, logró transferir los conocimientos aprendidos de un área (Biología) a otra totalmente distinta (Inversión en Valores).

¿Y si pudiésemos reproducir este fenómeno a voluntad?

Tenemos esa capacidad, y al menos por los próximos 50 o 60 años, dudo que las computadoras alcancen la facultad de transferir aprendizaje entre dos disciplinas totalmente distintas sin necesitar un ‘traductor’ humano que las oriente.

Por ejemplo, la máquina Watson de IBM ya es muy buena detectando cáncer en escaneos MRI, incluso más rápida y eficiente que médicos con amplia experiencia, pero ¿Es capaz de transferir esa información para detectar focos de actividad terrorista a nivel mundial?

No podría hacerlo a menos que un humano le indicase cómo. Y por supuesto no podría ser una sola persona, sino un grupo de especialistas que realizaran la ‘traducción’ de una disciplina a otra.

Para una computadora poder hacer algo así, sola y sin ayuda, requeriría tener una metacomprensión de varias disciplinas, aisladas entre sí, o incluso poder ella misma llegar a comprender una disciplina por sí misma.

Por ejemplo, Watson es eficiente detectando el cáncer porque en primera instancia los especialistas le han indicado qué es lo que debe buscar (células cancerígenas que se ven de cierta manera en los MRI); ni siquiera toma en cuenta el por qué de su misión (para salvar vidas).

Una computadora con la capacidad de transferencia del conocimiento que hablamos, sería capaz de decidir el por qué es importante buscar células cancerígenas en el cerebro, e incluso decidir por sí misma que hay otros indicios a los que hay que estar atento (por ejemplo, niveles en la sangre cuando aún no se ve nada en los escaneos).

En resumen: Si quieres estar un paso más allá de los Obreros Intelectuales y los Centauros, debes convertirte en un Dualista: lograr desarrollar en profundidad como mínimo dos disciplinas aparentemente dispares, y encontrar un punto en común que beneficie a la humanidad.

La mala noticia es que es una tarea harto difícil; la buena es que no hay mucha gente que se dedique a desarrollar algo así, por lo que no tendrás mucha competencia después de todo.

Sin embargo, hay un cuarto nivel:

Cuarto nivel: los Meta-Centauros


Imagina ahora que una persona no solo se ha desarrollado como dualista en dos o más campos; también es capaz de aprovechar la ayuda de la IA para amplificar su propio tiempo.

Ellos son, realmente, quienes hoy están confeccionando el futuro.

Ese futuro para el que solo quedan años, y es mejor que todos dediquemos un poco de tiempo para reflexionar sobre esto y adaptarnos a medida que veamos esas señales.

Mientras tanto, seguiremos teniendo la ventaja de ser humanos. De nuestras interacciones, nuestra comunicación y nuestro acercamiento (el cual lamentablemente se ha resentido por la misma tecnología).

Tendremos que ejercitar nuestra humanidad, así como ya no corremos en la llanura sino en una cinta dentro de un gimnasio climatizado.

Gracias por leer hasta aquí; recuerda que puedes compartir conmigo cualquier reflexión al respecto.

Mucho éxito,

Jesús Enrique Rosas
Director – Knesix Institute